miércoles, 24 de agosto de 2011

Peregrinación a la JMJ 2011 (Parte I) "Réplica a nuestras inquietudes"

LAS CRUZADAS DEL SIGLO XXI


Sábado 20 de Agosto de 2011, Vigilia de oración con los jóvenes en Cuatro Vientos. En el Santoral rezaba el día de San Bernardo y la temperatura alcanzaba límites insospechados. La humedad dependía de las fervorosas mangueras de los bomberos y de la bondad de miles y miles de voluntarios. (Al menos hasta entonces). El día transcurría en un ambiente estival repleto de gozo y de alegría pero sobre todo calor, Dios sabe que hizo bastante calor. Sin embargo, jamás hemos visto unas caras tan llenas de ilusión y felicidad, eran caras de Amor. Las banderas de multitud de nacionalidades ondeaban con fuerza mientras los cánticos de hermanos de diferentes razas y culturas se repetían y entrelazaban como redes que buscan la universalidad de una misma lengua: La verdad. Allí, en un aeródromo militar en mitad de la nada y en el fondo de todo había florecido 2 millones de vidas. No sé si la cifra es correcta pero cuando me puse a contar me perdí en el que hizo 25 y eso que nuestra expedición rondaba los 170. Las cuentas me disculpan nunca fue mi plato fuerte. En fin; muchos jóvenes, muchos y todos cruzados por la "Paz". Aunque a decir verdad los números allí no importaban al igual que las cifras de cantidades de peregrinos ni las que pesaban en ellos. Como decía un compañero y peregrino de Baena a quien la veteranía no parecía hacer mella: - A mí esto no me lo quita nadie. Esto me rejuvenece uno tantos...tantos. Y qué razón tienes. Así, fuimos llenándonos de testimonios, de compañerismo, hermandad, empapándonos de agüita fresca dentro de la escasez y sequía generalizada, catequesis y de todo el regocijo que desprendía el famoso calor de: "la Juventud del Papa".


Jóvenes corrientes y normales venidos de todo el mundo con problemas familiares y personales, con dudas de convicción o con ganas de respuestas claras que fuesen directas al corazón. Buscaban o buscábamos la renovación firme de la fe, volver a llenarnos del Amor vivo del Espíritu Santo. Jóvenes y amigos al fin y al cabo que se encontraban para preparar una gran fiesta con Jesucristo Nuestro Señor.


Se cubría la noche y la llegada del Santo Padre discípulo de Pedro se preveía inminente. Ya atrás quedaron los rezos y las oraciones para que de una vez por todas cesara y regara ese intenso calor que azotó sin piedad el sol de justicia. Nerviosos como novios temblorosos ante el altar seguíamos el camino del Santo Padre hacía Cuatro Vientos por una de esas pantallas que a más de uno le gustaría tener en su patio en plan cine de verano. Llegó y no puedo narrarles el recibimiento porque en ese mismo instante no sabíamos dónde mirar; si a la pantalla o al altar, si gritar o cantar, si reír o llorar. Creo que un poco de todo y de todo un poco. Llegó y con él trajo una tempestad de agua bendita que llevábamos pidiendo durante todo el día y que sirvió para aliviar quemaduras, refrescarnos y limpiarnos tanto por dentro como por fuera. Nos lleno de dicha y alegría y rezando juntos para que amainara llegó la calma:


“Amigos, gracias por vuestra alegría y resistencia. Vuestra fuerza es mayor que la lluvia. Gracias. Y el Sr con la lluvia nos manda muchas bendiciones. También con esto sois un verdadero ejemplo”. “Sé que habéis pasado mucho calor y el Señor ha respondido a vuestras plegarias”. Saludó a todos los jóvenes en varios idiomas y sin tiempo para poder contestar a las preguntas que le hicieron algunos de ellos, salió para revestirse. Regresó y lo hizo en un estruendoso silencio al que hizo partícipe a la multitud que hacía segundos le aclamaba y le vitoreaba entre gritos y cantos. Se hizo el silencio y apareció Jesucristo el Hijo de Dios para ponerse entre todos nosotros con Gloria y Honor. Llego el Rey de Reyes y lo recibimos con el silencio de nuestro corazón. Era el momento más importante de la ceremonia; La Gran Fiesta de Jesucristo en la Eucaristía y ahora sólo cabía sitio para el Silencio y nada más.







Sin hueco para más; Esta fue la réplica integra que Benedicto XVI tenía para los jóvenes y que no pudo terminar antes de la adoración del Santísimo. Es por eso que la hago extensible a todos los que no pudimos de ningún modo escucharla y que de seguro contestará a muchas de nuestras variopintas incertidumbres.


Queridos amigos:

Os saludo a todos, pero en particular a los jóvenes que me han formulado sus preguntas, y les agradezco la sinceridad con que han planteado sus inquietudes, que expresan en cierto modo el anhelo de todos vosotros por alcanzar algo grande en la vida, algo que os dé plenitud y felicidad.


Pero, ¿cómo puede un joven ser fiel a la fe cristiana y seguir aspirando a grandes ideales en la sociedad actual? En el evangelio que hemos escuchado, Jesús nos da una respuesta a esta importante cuestión: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor» (Jn 15, 9).


Sí, queridos amigos, Dios nos ama. Ésta es la gran verdad de nuestra vida y que da sentido a todo lo demás. No somos fruto de la casualidad o la irracionalidad, sino que en el origen de nuestra existencia hay un proyecto de amor de Dios. Permanecer en su amor significa entonces vivir arraigados en la fe, porque la fe no es la simple aceptación de unas verdades abstractas, sino una relación íntima con Cristo que nos lleva a abrir nuestro corazón a este misterio de amor y a vivir como personas que se saben amadas por Dios.


Si permanecéis en el amor de Cristo, arraigados en la fe, encontraréis, aun en medio de contrariedades y sufrimientos, la raíz del gozo y la alegría. La fe no se opone a vuestros ideales más altos, al contrario, los exalta y perfecciona. Queridos jóvenes, no os conforméis con menos que la Verdad y el Amor, no os conforméis con menos que Cristo.


Precisamente ahora, en que la cultura relativista dominante renuncia y desprecia la búsqueda de la verdad, que es la aspiración más alta del espíritu humano, debemos proponer con coraje y humildad el valor universal de Cristo, como salvador de todos los hombres y fuente de esperanza para nuestra vida. Él, que tomó sobre sí nuestras aflicciones, conoce bien el misterio del dolor humano y muestra su presencia amorosa en todos los que sufren. Estos, a su vez, unidos a la pasión de Cristo, participan muy de cerca en su obra de redención. Además, nuestra atención desinteresada a los enfermos y postergados, siempre será un testimonio humilde y callado del rostro compasivo de Dios.


Queridos amigos, que ninguna adversidad os paralice. No tengáis miedo al mundo, ni al futuro, ni a vuestra debilidad. El Señor os ha otorgado vivir en este momento de la historia, para que gracias a vuestra fe siga resonando su Nombre en toda la tierra.


En esta vigilia de oración, os invito a pedir a Dios que os ayude a descubrir vuestra vocación en la sociedad y en la Iglesia y a perseverar en ella con alegría y fidelidad. Vale la pena acoger en nuestro interior la llamada de Cristo y seguir con valentía y generosidad el camino que él nos proponga.


A muchos, el Señor los llama al matrimonio, en el que un hombre y una mujer, formando una sola carne (cf. Gn 2, 24), se realizan en una profunda vida de comunión. Es un horizonte luminoso y exigente a la vez. Un proyecto de amor verdadero que se renueva y ahonda cada día compartiendo alegrías y dificultades, y que se caracteriza por una entrega de la totalidad de la persona. Por eso, reconocer la belleza y bondad del matrimonio, significa ser conscientes de que solo un ámbito de fidelidad e indisolubilidad, así como de apertura al don divino de la vida, es el adecuado a la grandeza y dignidad del amor matrimonial.


A otros, en cambio, Cristo los llama a seguirlo más de cerca en el sacerdocio o en la vida consagrada. Qué hermoso es saber que Jesús te busca, se fija en ti y con su voz inconfundible te dice también a ti: «¡Sígueme!» (cf. Mc 2,14).


Queridos jóvenes, para descubrir y seguir fielmente la forma de vida a la que el Señor os llame a cada uno, es indispensable permanecer en su amor como amigos. Y, ¿cómo se mantiene la amistad si no es con el trato frecuente, la conversación, el estar juntos y el compartir ilusiones o pesares? Santa Teresa de Jesús decía que la oración es «tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama» (cf. Libro de la vida, 8).


Os invito, pues, a permanecer ahora en la adoración a Cristo, realmente presente en la Eucaristía. A dialogar con Él, a poner ante Él vuestras preguntas y a escucharlo. Queridos amigos, yo rezo por vosotros con toda el alma. Os suplico que recéis también por mí. Pidámosle al Señor en esta noche que, atraídos por la belleza de su amor, vivamos siempre fielmente como discípulos suyos. Amén




Siendo consciente del abuso que con ustedes he cometido hoy. Sin más querría terminar este primer episodio agradeciendo de todo corazón a la Pastoral y juventud de Santa María la Mayor a cuyo cargo se encuentra el párroco Don Miguel David Pozo León. A toda la gente de Baena, junto con Valenzuela, Albendín y Zuheros por acogernos en su expedición y compartir con nosotros tanta Alegría y tanto Amor. Gracias a mis padres, hermanos, familiares, a nuestro "Pater" y a todos los amigos que bendijeron nuestra marcha. Gracias a todos por vuestras oraciones.


Sabed que fueron contestadas.

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