lunes, 13 de junio de 2011

Rocío....Sálvanos!



Un ex voto rociero

En la vieja ermita rociera había una que llamaban Sala de los Milagros, cuyas paredes estaban tapizadas de ex-votos de hechos prodigiosos de la Blanca Paloma. Cuadros deliciosamente naifcon enfermos en sus camas, con soldados en sus guerras, con marinos en sus naufragios recordaban los milagros. Y, en las paredes, manos de metal, piernas de cera; trenzas cortadas de muchachas a las que la Virgen del Rocío devolvió la flor de la vida; las muletas de los cojos que por su gracia habían echado a andar, como en un pasaje del evangelio según la marisma. Ya no hay en el santuario Sala de los Milagros, mas no por ello la Virgen deja de obrarlos. Ni porque no se cuelguen ya en las paredes aquellos cuadros ha dejado de haber ex-votos. Este recuadro es, en realidad, un ex-voto para la Blanca Paloma.


Como el mundo rociero es un pañuelo, para preservar la intimidad del protagonista del ex-voto digamos que va haciendo el camino con Gines. Vamos a decir que se llama Juan Manuel. No sé por qué van por esos caminos de Marlo y de Hato Ratón, los miles de rocieros que se encaminan a la ermita. Sí sé por qué va Juan Manuel. Allá por las Pascuas, empezó a perder peso. Le comenzó ese dolorcito. Sus amigos lo notaban con mala color. Fue al médico. Lo que se temía, a su mujer se lo dijeron abiertamente. A él le dijeron algo de una úlcera, palabritas conmiserativas. No con la mosca detrás de la oreja, sino con un mosquitero entero estaba, ante tantas pruebas, los tratamientos que su mujer le daba a pastilla pelada, sin caja ni mucho prospecto de la medicina:

-- No, Juan, que el boticario se ha quedado con la caja. Como la dan por el seguro...


Un alma caritativa, como suelen, le dijo una tarde que ni úlcera ni nada. Que tenía lo que tenía. ¿Se habrá equivocado el médico? ¿Habrán confundido los análisis? Fue a otro médico. Y lo mismo. Y por medio de uno en quien mucha confianza tenían, hasta acudieron a otro famoso de Madrid. Y lo mismo. Esto era en las Pascuas, cuando el Carnaval, por Semana Santa. Juan Manuel, cada vez peor, con ganas de menos cosas, pero cada vez rezándole más a la Virgen del Simpecado de su hermandad que tiene en la cabecera de la cama. Tenía que operarse, pero no quería. Porque esperaba en la Virgen. El caso es que en la feria los mismos amigos de la mala cara empezaron a decirle que lo notaban muy mejoradito. Volvió al máximo especialista en aquel zaratán. Le dijo que había una cierta mejoría. Que iba a hacerle unas nuevas pruebas. Eran ya días de cohetes de la novena, de preparativos de costo y carriola, de limpieza en la casa del Rocío. A Juan Manuel le hicieron las pruebas. Y quedaron en entregarle los resultados un lunes. Al lunes siguiente de la procesión de la Virgen por Almonte, como cada siete años del traslado. Juan Manuel fue a verla. Estaba en una calle del pueblo, con su angustia y con su esperanza. Venía la Virgem dando tumbos, a hombros de almonteños, muy ligera. Cuando estuvo al lado, le dijo en silencio:

-- Si me vas a curar, hazme una señal...


Y la Virgen del Rocío, que parecía que iba ya a pasar de largo, de golpe le fue vuelta por el sudor y las camisas rotas de los almonteños. Y le vio la cara frente a frente. Sonreía. Así que al lunes siguiente, cuando fue al médico y le dijeron que incomprensiblemente todas las pruebas, tan negras antes, habían dado ahora inconfundiblemente negativo, Juan Manuel no se sorprendió. Por eso va haciendo el camino con su hermandad. Por eso le he pintado este ex-voto.



Antonio Burgos. ( Artículo extraído de "El Redcuadro de Antonio Burgos")


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