lunes, 6 de diciembre de 2010

"Para mayor Gloria de Dios" (Parte II)



…..Se agachó, como quien se agacha a recoger un bulto de papas, con esa dulzura de los cuerpos tibios que no temen a nada. Me agarró con fuerza, y levantó el peso apesadumbrado e inherte de los que ya han madurado el almibar de los años y cada caida al suelo, es un quejío en la levantá. Me aupé para verlo con mis ojos llorosos y contemple un monaguillo, con las orejas despegadas, de esos que su madre no encontraba solución, pero que Dios no le negaba la ayuda a nadie. (La misa ya había terminado y los feligreses ya habían regresado a sus hogares. Sólo quedaban un viejo y un niño en la parroquia) Le mire a la cara y me estremecí al verme reflejado en un espejo. Me ví en el silencio de la iglesia vacía hace sesenta y cinco años menos. El hábito que gastaba aún cosía mis iniciales. Yo, seguía inmóvil ante mi capilla, la de mi Hermandad, mirando a Dios y a su Madre, como tantas veces, en la intimidad. El monaguillo se sentó a mi lado. Sorprendentemente, me miraba con los ojos del que parecía lo ha visto todo en la vida y sonreía, como si le agradara mi presencia, como si aguardara algo o alguna cosa de mi, como si me conociera de más antaño. Inesperadamente ese chiquillo abrió la boca y pronuncio unas palabras en forma de pregunta que al pronto me pillo de soslayo: - ¿Por qué viene usted todos los días a esta capilla, a ver a estas imágenes? ¡Al fín, escuche el agudo timbre de voz de ese muchacho! me dije en mis adentros. Me torné hacía él y le respondí como si llevará siglos esperándolo : – Hijo mío, vengo todos los días a esta capilla por un motivo que si quieres y buenamente me dejas te voy contar: Empezaría por decirte que mi vida, travieso monaguillo, ha bailado entre dos Amores, entre dos casas, dos aguas, que han tenido como barca, la fé ciega de una mujer, que ha sabido ser mi hombro y mi anónima “Ciriné”. He bailado entre el techo del hogar de mi familia, y el techo de la iglesia unido por un pórtico al de la Casa de mi Hermandad… y creeme que estos han sido mis grandes quereres. Oidme que he sabido amarlos a ambos, cada uno en su propia dimensión y al mismo tiempo conjuntamente. Hoy mi casa está fria y oscura puesto que sólo tiene un inquilino que en las noches se desvela cual centinela, por miedo a no poder despertarse. Entre esas cuatro paredes, me siento decrépito y deshecho por el sufrimiento del inexorable paso de los años. Sin embargo, aún sigo con la esperanza de los tímidos, y la impericia de los adolescentes sigo abrigando en lo más hondo de mi ser, lo poquito y mucho que me queda: “Mis Recuerdos”; Esa película de tu vida que gracias a Dios la conservo en el viejo baúl de la memoria, esas vivencias que he palpado de primera mano y que las repaso todos los días ante mis Titulares, a los que les pido que no borren ninguno de los momentos que con ellos he compartido; porque es aquí, donde me he sentido más hombre, con los que he crecido y me he desvanecido. Mi cuna ha sido una Hermandad y es aquí donde todavía sigo vivo. Me aferro a la idea de lo pasado, pero es mi historia!, una preciosa historia:....


No hay comentarios: